En Son Vida

En Son Vida

Todo comienza con el hallazgo de una veta de agua subterránea accesible y lo suficientemente caudalosa que, según Diego Kusak, fue el acontecimiento crucial sin el cual todo el proyecto habría carecido de sentido. Atendemos a una obra aparentemente sencilla. Si olvidamos escarceos lingüísticos de los preliminares, estamos ante una joyita que en principio pretende poner sobre papel los recuerdos más fieles y genuinos, esos paraísos perdidos en el paso del tiempo de un niño que junto a su perrita Polka atiende al cambio del paisaje que lo ve crecer relativamente aislado de la ciudad.

Bromista y dandy, auténtico showman, infatigable y visionario vividor y trotamundos, el principal promotor reivindicado como ideólogo de la urbanización de Son Vida, era su padre. Sí, ahí arriba, en ese barrio que cuando llegan del aeropuerto con el primer sol pueden hoy observar fácilmente los destellos de los señores del crudo. En los inicios el autor intelectual fue el veterano piloto Steve Kusak, hijo de un inmigrante polaco llamado Slochkoveitski que en los USA modificaría su apellido. La historia del mismo habita el frescor de esta amena novedad que confirma que muchas obras sin contar con los editores de renombre llenan espacios muy necesarios que rápidamente pueden pasar a poblar el olvido. Diego Kusak, el mayor de sus hijos, es el autor de esta obra. Un tipo curioso con cierta áurea beatnik y recorrido irrepetible. Si para escribir hay que haber vivido, aquí las alforjas van llenas de contenido alegórico y de cariñoso guiño al pasado que fluye paralelo al crecimiento de Ciutat que para los oriundos de Son Espanyolet, Son Rapinya y más arriba va a suponer un entretenido lujo de lectura. De la Nivea a las «morques», esos restos de alquitrán en las plantas de los pies de nuestras infancias en las playas, solamente son el truco para homenajearse a sí mismo y a una familia con tanta historia a sus espaldas. Esos detalles y esas pequeñas cosas para quienes transitaron por el SXX. Hasta aparecen nuestras monjas que vienen a pincharte tan amablemente, de cuando no había muchas opciones para facilitar la inyección, en barrios expansionándose entre los almendros y los rebaños de ovejas que iban de Génova al Castell y de Bellver a Son Rapinya y Son Roca.

Su abuelo, el general Lambea, dicen que «simpático y divertido», muy conocido en Cabrera, en sus «destierros» recorrió toda la geografía e hizo que el destino lo acercase a Mallorca donde «la hermana de mi madre, Tita Lambea, se casaría con William Graves», aunque más que el nombre de los pobladores, en estas páginas, está el cómo y el cuándo. De Maria Callas y Onassis, el príncipe de Mónaco y Grace Kelly a Montgomery Clift y las actrices Joan Crawford o Zsa Zsa Gabor pasaremos al momento de la redacción de este relato que se produce al mismo tiempo que la actriz australiana Nicole Kidman y Morgan Freeman, con Zoe Saldaña, rodaban para la Paramount algunas escenas de la serie Lioness en la que había sido la casa de los Brady, los otros pioneros de Son Vida.

Nuestro autor, tercero de cuatro hermanos, es fruto de azafata española y aviador yankee, pero él ha alternado su vida en Estados Unidos y en China triangulando siempre en Mallorca.

Abre citando a Welles un personaje que ha comisariado la exposición de los Flying Tigers y la CNAC (China National Aviation Corporation) de la cual formó parte su padre. Es licenciado en honores en Artes y ciencias Teledramáticas y especializado en documentales. Conoce Los Ángeles tanto como su Son Vida natal. Planea en todo el libro esa sombra de proyecto hollywoodiense que nunca cuajó en Mallorca pero que estuvo tan cerca. La infancia en su relato marca un trazo muy cinematográfico y algo elegíaco a menudo al haber estado en el centro de un curioso huracán de algodón mezclado con resina de pino, en algún punto imposible como sobrevolar sin apenas oxígeno por las cimas del mundo.

Cuando se desmanteló la antigua Ópera House de Nueva York, su vecino Brady la adquirió en una subasta y la hizo llegar con muchos cuidados a Son Vida, ahí nacen las Lágrimas de ángeles de los hermanos Kusak que se sucederán con las hazañas de Diego Valor, o las visitas a casa de personajes impensables que recorren 183 páginas con la mirada hacia atrás de Un niño y su montaña. Mi infancia en el origen de Son Vida, un artefacto literario muy curioso y honesto consigo mismo, lleno de pequeños tesoros de un mundo en extinción.

En casa de servidor cuando salíamos al balcón a ver pasar los rebaños que dejaban los prados de las monjas del Sagrado Corazón para subir hacia el monte, ese hilo nos conducía a todos a un implacable progreso. En clase nos lo evocaban las lecturas tan acertadas de nuestro añorado profe Jaume Albertí: Adiós cordera del gran Clarín. Niño de barrio, al hotel Son Vida si nos acercábamos era por nuestra amiga Alícia, con las bicis o bien mudados para pedir un autógrafo al gran extraterrestre Santillana, ese hombre que sí volaba y era un ídolo infantil, el año que lo dirigía Di Stefano. Diego Kusak nos acerca a su mundo interior de la mano de personajes y acontecimientos que van de lo más local a lo universal y si no que nos lo cuenten los del petróleo. All of this and nothing que nos canta, con los Soulsavers, Mr.Gahan.

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