En la peluquería oncológica frente al Marañón: «Hay clientas que prefieren perder el pecho a perder el pelo»

En la peluquería oncológica frente al Marañón: «Hay clientas que prefieren perder el pecho a perder el pelo»

Es esta una historia de cómo a veces empiezan las cosas bonitas. De forma absolutamente casual. La de dos hermanas, Silvia, azafata de vuelo y Raquel, peluquera, que cuando la primera enferma de cáncer de mama, decidieron abrir un negocio familiarGalán Estética Oncológica, para ayudarse a ellas mismas y hacerlo con otras mujeres. Un pequeño local de pelucas, turbantes, prótesis, lencería… frente al madrileño hospital Gregorio Marañón (las hermanas tienen otra peluquería dentro del Hospital Infanta Leonor, de Vallecas, donde crecieron) en el que las pacientes se abren en canal. Un lugar, en el barrio del Retiro, donde se ríe, se llora, se hace mucha terapia y donde las mujeres que, además de un pecho, han perdido su pelo… vuelven a sentirse bien. A atreverse a mirarse al espejo. "Para una mujer no tener pelo es superdramático", sostienen.

Vaya por delante que a las hermanas Galán no les gustan los ‘días de’ (este sábado se conmemora el Día del Cáncer de Mama) explican mientras se roban la palabra en el pequeño gabinete de su peluquería. Quede claro que a Silvia, lo de luchadora no le va en absoluto. Dice que le repatea. "¿Y quién no sale adelante?. ¿Quiere decir que es un perdedor?. No me convence", asegura.

Además, se justifica, hay tantos dramas ahí fuera, los ve tan a menudo a través de las clientas, que lo suyo es lo de menos. "Dentro de las ‘hostias’ gordas, esta es gordísima, pero lo pasas y lo pasas. Luego tienes que saber vivir con la enfermedad. Acostumbrarte a otra vida distinta, Ni tu físico, ni tu fuerza, ni tus ganas de hacer las cosas, son las mismas. Pierdes amigos, pierdes marido -porque no está a la altura-, pero ganas. Y yo he ganado muchas cosas buenas", explica con una enorme fortaleza antes de volar, esa misma noche, a Bolivia.

35.000 casos al año

En España se detectan cada año 35.000 nuevos casos de cáncer de mama. A pie de peluquería, dice Raquel que ve diagnósticos en mujeres cada vez más y más jóvenes. "Muchísimos. Cuando empezamos eran de una media de 50 años. Ahora hay chicas de veinte y pocos, de treinta y pocos. Antes de que llegases, acabo de atender a una chica joven, embarazada", cuenta.

En su familia, la enfermedad es bien conocida. Su madre la pasó y ha vuelto a recaer. Luego vino lo de Silvia. En 2011. 32 años y una niña de apenas tres. Mazazo total. Ese mismo año, Silvia, hoy 45 , había comenzado a trabajar como azafata de vuelo en Air Europa. Al poco tiempo, tuvo que cogerse la baja. A su lado, sin despegarse, Raquel, ahora 47. Las casi mellizas. Siempre juntas.

"Intuía que era malo"

"Yo no tenía pronóstico. Me descubrí en el pecho un ‘guisantito’, muy pequeñito, que me daba pinchazos de dolor. Intuía que era malo. El cáncer siempre había estado en casa a través de mi madre", recuerda Silvia. Pero, en el hospital, se queja, no le dieron importancia. Le hicieron una mamografía, una ecografía y le dijeron que no se preocupara. Que todo correcto y podía ser una mastitis.

Raquel (izq.) y Silvia, frente a su local.

Raquel (izq.) y Silvia, frente a su local. / José Luis Roca

El cáncer de Silvia

A los tres meses, el ‘guisantito’, ya era un bulto grande. Había "múltiples focos", dice Silvia, que vuelve a hablar de lo que le marcó el cáncer de mama de su madre y que optó por una decisión radical, pese a que los médicos le decían que era "muy drástica". Quiso que le quitaran los dos pechos. También decidió quitarse un ovario. "Luego me dijeron que a lo mejor mi pesimismo me había salvado la vida", reconoce.

En el proceso de Silvia hubo de todo: quimio, tomoterapia en el Puerta de Hierro y hasta diez operaciones. También una década de tratamiento. Y fue entonces, en aquel momento del diagnóstico, cuando Silvia y Raquel germinaron la idea del Centro Estético Galán. Y, otra vez, de forma casual. Silvia buscaba peluca y Raquel, desde muy joven vinculada a la estética, la acompañó a un centro especializado. Allí vieron una escena que las dejó tocadas: la de una chica que lloraba a mares mientras se probaba una peluca porque no se encontraba a gusto. "Nosotras no queríamos algo así", aseguran.

La importancia de la estética

El estudio ‘Necesidades y calidad de vida en supervivientes de cáncer de mama‘, de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), presentado esta misma semana, dibuja un preciso retrato de lo que sienten las supervivientes como Silvia. El malestar emocional es una de las dimensiones más complejas: casi la mitad de las mujeres (47,3%) dicen haberse sentido tristes, inquietas o preocupadas tras finalizar el tratamiento.

Un día no tienes pechos, no tienes pelo, ni uñas o cejas. Te ves como un monstruo. Es una pesadilla

Silvia Galán

— paciente de mama

La preocupación por la imagen corporal y la apariencia se da con relativa frecuencia en las mujeres participantes (50,8%). "Nadie lo lleva bien. No es el pecho. En nada de tiempo, no tienes pechos, no tienes pelo, no tienes uñas, no tienes cejas. Eres como la antítesis de lo que eras. Como un monstruo. Es una pesadilla", admite Silvia. Para Raquel, cortar el pelo a Silvia -esa melena preciosa, abundante, por la cintura, que cayó en apenas quince días- fue uno de los días más duros de su vida. "No me podía permitir llorar. A nivel psicológico fue el peor momento", evoca de aquel episodio.

Nace Estética Galán

Raquel quería que Silvia, más allá del tratamiento, se focalizara en otras cosas y puso las pilas a su hermana pequeña. "Buscaba embarcarla en algo que le hiciera sentirse bien. Hacer algo útil", dice. Así que la mandaba a hablar con otras mujeres que empezaban a pasar por lo mismo que ella había pasado. "Cuando estás enferma solo quieres ver a alguien que está como tú y ha sobrevivido", admite Silvia.

"En Vallecas, hay gente que te entra con 20 euros para toda la semana y que tiene una pequeña pensión. Buscamos financiación", dicen las hermanas Galán

En 2011, desde la experiencia vivida, empezaron abieron su propio centro de estética oncológica. La "causa" como le llama Silvia porque, aclaran las dos, nunca pensaron en ganar dinero con el negocio. Solo mantenerse. "Queríamos montar una especie de fundación, no lucrarnos. Yo nunca he cobrado y mi hermana no tiene un sueldo muy allá. Por eso le llamo ‘la causa’. Hay muchos que no pueden pagar. En Vallecas, hay gente que entra con 20 euros para toda la semana y que tiene una pequeña pensión. Buscamos financiación. Y, alguna vez hemos hecho algún esfuerzo, poniendo nosotras, si se ha tenido que hacer", cuentan.

El precio de una peluca

Porque, ¿cuánto cuesta una peluca?. "De fibra, la tienes de 200 a 400 euros de media; de pelo natural ya te vas a más de 1.000 euros. La más demandada es fibra. En pelo corto, es la que recomendamos, porque no hay necesidad de gastarse más dinero. Si yo estuviera en esto por dinero, ya no estaría hace muchos años", señala Raquel que, además, explica, ese primer pelo que nace tras el rapado es como pelusa porque la toxicidad de la quimio dura mucho en el cuerpo, hasta que el cabello se va recuperando.

Montse Muñoz, empleada de la peluquería, prueba un turbante a Silvia.

Montse Muñoz, empleada de la peluquería, prueba un turbante a Silvia. / José Luis Roca

En su negocio, comenzaron asistiendo a las pacientes a domicilio. "Al principio, fue todo muy rudimentario. Contactamos con la firma (de pelucas) en Alemania. Nos tuvimos que ir a Barcelona a hacer una entrevista con ellos", rememoran. Pasados unos años, abrieron su pequeño local en el Infanta Leonor. Raquel aportaba muchos años de experiencia en peluquería, aunque de una manera muy distinta. Lo que hace ahora, dice, "es mucho más gratificante".

Luego llegó la pandemia. El acabose de muchos negocios. También hizo tambalear el suyo. El local del Infanta Leonor (16 metros y un alquiler muy alto) tuvo que cerrar -"había una gorda liada en los hospitales", señalan- y ellas se veían obligadas a pagar el alquiler, pero consiguió mantenerse a flote gracias a la generosidad de los proveedores. "Se vendía mucho menos porque las pacientes no salían de casa. Muchos negocios se quedaron en el camino", recuerdan.

El Hospital Oncológico del Gregorio Marañón.

El Hospital Oncológico del Gregorio Marañón. / José Luis Roca

Terapia grupal

El local que tienen ahora frente al Hospital Oncológico y de Terapias Avanzadas del Gregorio Marañón, inaugurado en 2023 y dedicado en exclusiva al paciente con cáncer– en la calle Máiquez, en el barrio del Retiro-, cuenta con 60 metros, incluyendo una planta abajo. Allí, cada día es tan distinto como cada mujer que entra por la puerta. Raquel, de un vistazo, ya sabe cómo llegan. Y hay veces que "las echa".

Siempre busco el que se vean bien y estén cómodas, porque son muchos meses de tratamiento, con días buenos, malos y regulares

Raquel Galán

— peluquera oncológica

"Les digo: ‘Mira, hoy no es el día de decidir. Ahora te ha arrollado un camión. Estás en el suelo. Te tienes que levantar’. Siempre busco el que se vean bien y estén cómodas, porque son muchos meses de tratamiento, con días buenos, malos y regulares. Ya sé, por la expresión de quien entra por la puerta, la fase en la que está. Lo que al principio es un mundo, luego les importa un bledo. Porque van priorizando", indica.

La empatía

Eso sí, nada comparable a cuando esas mujeres que se han visto sin pelo salen por la puerta, con su turbante o su peluca, depende de cada personalidad, y sienten que son otras, añade. Porque, asegura Raquel, hay clientas que prefieren perder un pecho a perder el pelo. "Te dicen: ‘Yo sé que no es normal, que no te lo vas a creer. Pero estoy infinitamente más preocupada por el pelo que por lo que tengo, estoy tan traumatizada con esto que no lo puedo evitar’. Es muy fuerte, pero es absolutamente comprensible. Para una mujer, no tener pelo es superdramático".  

Raquel prueba una peluca a Silvia.

Raquel prueba una peluca a Silvia. / José Luis Roca

Apostilla Silvia que depende de cada mujer. De su carácter. Ella, desde el primer momento, se puso una peluca. "Con una peluca no das pena. Es así de duro. Yo iba a quimio y me decían: ‘Ay, pobrecita’. Y lo que tú quieres es pasar desapercibida cuando estás enferma. Es tan importante como que un médico te hable bien. No me gusta lo de las historias conmovedoras".

"No soy guerrera"

También, con el tiempo, perdió el miedo a quitársela. Como a muchas otras cosas a las que dejó de temer durante estos años. "No me gusta tampoco lo de guerrera. ¡Qué ridículo!. Es que te toca. Es que no hay plan B. O. ‘p’alante’ o ‘p’atrás’. Tengo una amiga que tiene lupus y está fatal. Me decía: ‘pero es que lo tuyo… ‘. Y yo le contestaba: ‘¿pero qué me estás contando, lo peor es lo tuyo?. Lo mío, pasas o no pasas, es más radical. Pero tú tienes que vivir toda la vida con ello’".

Las hermanas Galán acaban hablando de resiliencia. De la de su madre, que ha vuelto a recaer y, aunque no quería, va a volver a tratarse porque quiere cuidar al padre, con alzhéimer, para que no sea "una carga" para las hijas (lo que a ellas les hace sufrir). De la de Silvia, remarca Raquel, por supuesto. Extraordinaria. Pero también de la de muchísimas mujeres que cada día cruzan las puertas de su local. "Cuando estás con gente, es fácil ser fuerte. Hay gente que vive, y otra que, simplemente, sobrevive. Hasta que no te enfrentas a que te vas a morir, no sabes como vas a reaccionar", sentencia Silvia. "Hay tantos enfoques en la enfermedad, que siempre intento dirigir a las mujeres a lo que hay bueno. Aquí, entran de una manera y ¡salen tan animadas!. Para mí, no hay nada mejor", remata Raquel.

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