La industria militar de EEUU ganará las elecciones tanto con Donald Trump como con Kamala Harris

La industria militar de EEUU ganará las elecciones tanto con Donald Trump como con Kamala Harris

Durante su discurso en la Convención Demócrata del pasado mes de agosto, Kamala Harris dejó claras sus intenciones sobre el poderío militar estadounidense. Su país, dijo, seguirá teniendo "la fuerza de combate más fuerte y letal del mundo". Una visión muy distinta a la que esgrimió Donald Trump hace unas semanas en Wisconsin. "Expulsaré a los belicistas. Tenemos gente que quiere ir a la guerra todo el tiempo. ¿Sabéis por qué? Porque cada misil cuesta 2 millones de dólares. Por eso les encanta tirar misiles en todos lados", dijo el candidato republicano antes de comprometerse a "limpiar el complejo militar-industrial para detener el negocio de la guerra y poner América primero". Esas dos declaraciones bastarían para intuir cuál de los dos candidatos prefiere la industria militar, pero las cosas no son tan sencillas.

Estados Unidos tiene de largo la mayor industria militar del mundo. Su presupuesto en Defensa –877.000 millones de dólares en 2022– es equivalente al presupuesto combinado de los nueve países que le siguen en el ranking de gasto en el sector. Y sus compañías dominan el mercado con cerca del 45% de todas las armas y sistemas que se venden anualmente en el mundo. No es de extrañar, por tanto, que en esta era de desorden global, marcada por la proliferación de conflictos y la incapacidad del sistema internacional para detenerlos, estén atravesando por una época de extraordinaria bonanza. "Están aumentando los presupuestos en Defensa, los ingresos, los contratos y la inversión en innovación, siempre aparejada a la promesa de nuevos mercados", asegura a este diario Eugene Gholz, profesor en la universidad de Notre Dame y exasesor del Pentágono. "El dinero es bueno, por más que se enfrenten a algunos desafíos, como las dificultades para entregar sus armas tan rápido como quieren los políticos o la entrada de nuevos competidores en el mercado".

Poco gasto en donaciones de campaña

Pese a su músculo financiero, la industria gasta relativamente poco en donaciones de campaña para influenciar el resultado de las elecciones. Lo que sí hace a manos llenas es lobi, ya sea para que el Congreso financie el desarrollo de determinados sistemas armamentísticos o mantenga por las nubes el presupuesto del Pentágono. En lo que va de año sus empresas han donado casi 18 millones de dólares a los candidatos republicanos, frente a los 13,5 millones donados a los demócratas, según Open Secrets. Pero los expertos dudan de que el complejo militar-industrial, como lo bautizó Eisenhower, prefiera necesariamente a Trump. "No creo que tenga un candidato preferido. Generalmente la industria trata de no tomar partido. No es muy diferente la forma en que republicanos y demócratas invierten en armas. Ambos lo hacen y eso es lo que cuenta para el sector", afirma Gholz.

Aparentemente la aproximación de ambos candidatos a la política exterior es muy diferente. Trump tiene tendencias aislacionistas, recela de las instituciones internacionales, cuestiona el apoyo a Ucrania y no tiene un compromiso férreo con la OTAN. Harris, en cambio, abraza el internacionalismo liberal, una doctrina que apuesta por las alianzas, la seguridad colectiva y las instituciones internacionales como pilares del orden mundial. De los dos candidatos, la demócrata es probablemente más intervencionista. "En un mundo ideal la industria preferiría una mayoría republicana en el Congreso, pero siempre y cuando sea una mayoría de la vieja escuela, capaz de mantener a raya a la rama aislacionista del partido", asegura Peter Feaver, exasesor del Consejo de Seguridad Nacional y profesor en Stanford.

Planteamientos similares en Defensa

El problema es que esa "vieja escuela", desde neoconservadores a reaganistas, ha pasado a tener un poder residual en el partido de Trump. "De ahí que aunque no lo digan, la industria militar preferiría una mayoría demócrata para ahorrarse el caos y la disfuncionalidad de los republicanos", añade en una conversación con EL PERIÓDICO. Feaver pone más énfasis en el Congreso que en la presidencia porque es allí donde se aprueban los presupuestos de Defensa. Y ese dinero público es bastante más importante en la cuenta de resultados de los trasatlánticos del sector — desde Lockheed Martin a Raytheon o Northrop Grumman— que la venta de armas en el extranjero.

En cualquier caso, los fabricantes de armas no deberían preocuparse gobierne quien gobierne. Tanto Trump durante su presidencia, como Joe Biden, aumentaron el presupuesto en Defensa anualmente sin excepción. El primero por encima de la inflación, el segundo ajustándolo al alza de los precios. Y la Estrategia para la Defensa Nacional de ambos es muy similar. Las dos priorizan la rivalidad con otras grandes potencias como China y Rusia a la lucha contra los "Estados canalla" y las organizaciones terroristas que dominó esa estrategia durante décadas. "El legado de Trump es ligeramente más prodefensa que el de Biden-Harris, pero las diferencias son pequeñas", escribe Michael O’Hanlon, analista de la Brookings Institution.

Incluso aunque Trump dejase de armar a Ucrania y retirase a EEUU de la OTAN, un escenario poco probable pese a sus puntuales amenazas, la industria seguiría ganando miles de millones de dólares e inundando el mundo con sus armas. "Seguirá habiendo mucha inversión, dado el compromiso bipartidista para librar una nueva guerra fría con China. En paralelo, Europa seguiría comprando armas de última tecnología, por más que EEUU se retirase de la OTAN", asegura Gholz desde la universidad de Notre Dame.

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